Carmona es una ciudad con un rico Patrimonio Cultural y Natural, pero si nos centramos en el Patrimonio Histórico-Artístico hay un edificio que destaca por encima de todos: la iglesia Prioral de Santa María de la Asunción. Al contemplar la majestuosidad de este monumental templo nos podemos hacer una idea del poderío que tuvo nuestra ciudad en el pasado, una ciudad que desde hacía siglos había sido importante por sus ricas tierras de cultivo y por su situación estratégica y en la que la Nobleza y la Iglesia tenían gran relevancia en el momento de la construcción de la iglesia de Santa María. La arquitectura de Santa María nos traslada a las grandes catedrales góticas; en concreto nos recuerda a la catedral de Sevilla ya que fue construida tomándola como modelo. Santa María deja maravillados a todos los visitantes y muchos piensan que están en una catedral, y no es raro, ya que esta iglesia es más grande que algunas catedrales, pero su rango es inferior, es Iglesia Prioral. Su grandiosa arquitectura nos sorprenderá siempre al entrar, pero pronto nos daremos cuenta de que la grandeza de este templo no radica sólo en su construcción. Hay muchísimos más detalles que hacen de este lugar una auténtica joya para nuestro Patrimonio Histórico Artístico: sus pinturas, sus esculturas, sus canceles…

Y a todo este conjunto de bienes muebles hay que sumarle algo que no puede faltar en ningún espacio gótico: las vidrieras y su mágica luz. Aunque en un principio Santa María no era tan luminosa como lo es ahora, hoy en día podemos disfrutar de un templo en cuyas paredes se fueron abriendo huecos para dejar pasar la luz del sol a través de los hermosos vitrales que se fueron colocando. Si miramos hacia arriba para ver las vidrieras (un total de 50 en toda la iglesia), encontraremos algunas con simples formas geométricas, otras con imágenes de los evangelistas o distintos santos y símbolos divinos y la mayoría con escenas de la vida de la Virgen y de Jesús. Las vidrieras, como todas las obras de arte, tenían que transmitir al pueblo un mensaje, y en este caso, lógicamente pretendían catequizar. Antes hemos mirado hacia arriba para ver las vidrieras, pero ¿y si miramos abajo? Ya no vamos a ver imágenes estáticas, ahora es cuando el sol, las nubes y los vitrales van a empezar a jugar con el resto de los elementos de la iglesia. En este juego de luces, sombras y colores casi todo está permitido.

Una luz cambiante, dependiente de la meteorología entra por las ventanas y un rayo de sol convertido en un foco de color, gracias a los cristales de las vidrieras, hace que el interior de Santa María se transforme en algo completamente diferente. La bóveda del cimborrio se tiñe de morado y el interior del templo pasa a ser un lugar mágico y cambiante. Un rayo de color verde y rosa baja deslizándose por un pilar y quiere descansar en una banca. El azul y el rojo corretean por el retablo hasta llegar a acariciar a San Teodomiro. Otro devoto haz de luz se cuela en una capilla. Las luces de colores llegan incluso a jugar con el visitante que quiera meterse en su camino. Los rayos de sol recorren la iglesia de Santa María jugueteando sin miedo por todos sus rincones, intentando abrir las rejas, tocar el órgano, o simplemente darse un paseo por este maravilloso templo carmonense que todos debemos conocer y valorar.
Rafael Morales
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